¿Y qué hay de la creencia en que la solución a las malas acciones necesita y se resuelve con la confesión y la absolución del sacerdote?
Está claro que, para mejorar espiritualmente, el primer paso es la toma de conciencia del mal que hayamos realizado. Pero el arrepentimiento no es suficiente, porque en el mundo espiritual sólo la reparación del mal realizado vale para eliminar los actos en contra de la ley del amor. Sólo nosotros mismos podremos hacerlo. Nadie, por muy avanzado que sea, podrá sustituirnos en esa tarea, aunque podamos recibir ayuda para superarla. Que al sacerdote se atribuya el poder de eliminar los pecados forma parte de la estrategia para hacer creer que los representantes de la iglesia son imprescindibles para la salvación y que, por ello, es necesario sustentar económicamente a la iglesia. Como dije al principio, la evolución espiritual sólo se consigue por esfuerzo personal y no por “enchufe” con alguna entidad superior.
¿Entonces la creencia de que Jesús redimió los pecados a los hombres con su muerte en la Cruz y posterior resurrección?
Tampoco es cierta. Es verdad que Jesús vino a enseñar el camino de la evolución espiritual y que aquel que quiera seguir su ejemplo de amor al prójimo ha hecho un cambio decisivo para tomar el camino directo en la evolución espiritual, pues esa misma creencia le ayudará a evitar cometer muchos errores del pasado, llamados en la jerga religiosa “pecados”. Pero esto no le exime de hacer frente a la reparación de los actos delictivos cometidos en otras vidas.
Jesús no borró los pecados de nadie, sino que enseñó cómo borrar cada uno los suyos. Sería muy injusto que, a mitad de un examen de entrada a la universidad, viniera el profesor de algunos alumnos y dijera: “los que sean mis alumnos no hace falta que entreguen el examen, porque están todos aprobados, ya que conozco a los miembros del tribunal y tengo influencia para conseguirlo”. No se estaría valorando justamente el esfuerzo realizado por cada alumno, ya que alumnos poco preparados estarían siendo premiados sin merecerlo, en detrimento de otros que sí estudiaron para el examen y sí estaban preparados para superarlo por méritos propios. Lo que un buen profesor haría sería esforzarse para que sus alumnos estén bien preparados para afrontar los exámenes. Y es lo que intentó Jesús, prepararnos bien para superar con éxito los exámenes espirituales de cada encarnación. En el mundo espiritual no existe el “enchufismo”. Se nos conceden infinitas posibilidades para mejorar y rectificar los errores cometidos.
Pero habremos de hacerlo nosotros mismos y no por intervención de Jesús, la Virgen o cualquier otro santo al que nos encomendemos.
Pues ahora intenta convencer a un cristiano de lo que dices, porque este es uno de los dogmas centrales del Catolicismo.
Es que esto mismo está dicho en el Nuevo Testamento en el evangelio de Marcos (10, 35-40):
“Entonces Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, se acercaron a él y le dijeron: --maestro, queremos que nos concedas lo que pidamos. Él les dijo: --¿qué queréis que haga por vosotros? Ellos dijeron: --concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda. Entonces Jesús les dijo: --no sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado? Ellos dijeron: --podemos. Y Jesús les dijo: --beberéis la copa que yo bebo, y seréis bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado. Pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es mío concederlo, sino que es para quienes está preparado.”
Ya pero… ¿No fue él mismo el que decía a la gente “tus pecados te son perdonados”?
Lo que quiso decir es que por el hecho de haber actuado contra la ley del amor durante el pasado no estáis condenados para siempre, sino que todos tenéis una oportunidad de rectificar y comenzar de nuevo, en el momento que queráis, sin que se tenga en cuenta quienes fuisteis ni lo que hicisteis.
Ya, pero ¿por qué se lo decía justamente a los enfermos después de curarlos?
Cuando Jesús sanaba a un enfermo le estaba haciendo una limpieza de tóxicos, tanto del cuerpo físico como del cuerpo astral, causantes de la enfermedad a nivel físico. Estos tóxicos eran el resultado de la acumulación de tóxicos psíquicos por sentimientos, pensamientos y actos contra la ley del amor efectuados por el espíritu en esa misma vida y en vidas anteriores, y que en esa época eran llamados “pecados”. Considerad la sanación que Jesús efectuaba a través de la imposición de manos como una pasada de aspiradora de una alfombra (el cuerpo) que está sucia a causa de no haber puesto cuidado en mantenerla limpia. Si después de esa limpieza drástica la persona no hace ningún cambio en sus hábitos “sucios”, al cabo de poco tiempo la alfombra volverá a estar igual de sucia que estaba antes de la limpieza.
De hecho, hubo gente que después de haber sido sanada por Jesús, desoyó los consejos hacia la reforma interior y mantuvo sus malos hábitos espirituales, de modo que volvió a generar tóxicos psíquicos a nivel mental, que al pasar a los niveles astral y físico volvieron a causar nuevamente la enfermedad.
¿Y por qué le decía a los enfermos cuando le daban las gracias porque les había curado, “tu fe te ha salvado”?
Porque Jesús conocía que, para que la transmisión de energía sanadora, llamémosla reiki, prana o como queramos, sea efectiva, no hace falta sólo que haya un buen emisor sino también que haya un buen receptor, es decir, que el que recibe esté predispuesto a recibir la energía con los chakras bien abiertos. Para que esto suceda, la persona que recibe la energía debe de tener confianza (fe) en el emisor, ya que cuando hay desconfianza, los chakras se mantienen cerrados y la energía no puede penetrar y ejercer su efecto terapéutico, por muy potente que sea el emisor.
Pero a veces esto era dicho, no a la persona que había sido curada, que estaba inconsciente o demasiado enferma para entender que la estaban intentando curar, si no a uno de sus familiares. ¿Cuál es el sentido aquí?
Igual que Jesús tenía el poder de trasmitir energía de alta vibración, con alto poder curativo, alentado por su capacidad de amar y la voluntad de hacer el bien, existe el poder de potenciar la transmisión de la energía en aquellas personas que tienen confianza en ella, y tienen la voluntad de ayudar a aquellos que lo necesitan, actuando así de “repetidores” de la señal original. En este caso, ellos mismos se convierten también en canal de paso de las energías sanadoras. Igualmente, hay personas que son capaces de interferir la transmisión de energía curativa hacia otras personas de su entorno por su negatividad psíquica o su incredulidad. Hubo muchos casos de personas que no confiaban en Jesús y sus enseñanzas. En esos lugares, a pesar de que él seguía poniendo las manos sobre los enfermos como siempre, hubo pocas sanaciones. Esta circunstancia está recogida en los propios evangelios.
“Llegó (Jesús) a su pueblo y comenzó a enseñar en la sinagoga. La gente estaba tan sorprendida que algunos decían: "¿Dónde aprendió este hombre tantas cosas? ¿Cómo puede hacer esos milagros?" Otros decían: “Pero, ¡si es Jesús, el hijo de José, el carpintero! María es su madre, y sus hermanos son Santiago, José, Simón y Judas. Sus hermanas aún viven aquí. ¿Cómo es que Jesús sabe tanto y puede hacer estos milagros?" Ninguno de los que estaban allí quiso aceptar las enseñanzas de Jesús. Entonces él dijo: "A un profeta se le respeta en todas partes, menos en su propio pueblo y en su propia familia". Jesús no hizo muchos milagros en aquel lugar, porque la gente no creía en él.” (Mateo 13, 54-58)
Ya que estamos, hablemos de la Resurrección.
De acuerdo. Voy a intentar aclarar este tema porque en este punto hay un lío tremendo. Muchas de las cosas que se han dicho de la resurrección son totalmente incorrectas.
Si entendemos como resurrección la supervivencia del espíritu después de la muerte del cuerpo, esto sí es correcto. Pero el que después de la muerte el ser continúe viviendo no tiene nada de extraordinario. La supervivencia del espíritu no empezó con Jesús, sino que se ha producido siempre, ya que es una ley universal y ya hemos hablado de ello ampliamente. Pero todas aquellas creencias que hablan de que para que el espíritu viva ha de estar necesariamente ligado a un cuerpo y, concretamente, al mismo cuerpo que ocupó durante la vida física, no son ciertas.
Pues hay ramas de algunas iglesias cristianas que creen que la vida sólo es posible teniendo un cuerpo físico, es decir, que no admiten la vida del espíritu después de la muerte desligada del cuerpo. ¿Qué opinas al respecto?
No es cierto que cuando el cuerpo muere el alma quede indefinidamente en un estado como de sueño hasta que vuelva a ocupar el mismo cuerpo que dejó. Esto es una de las falsas creencias que existen sobre la resurrección. ¿Acaso no es evidente que, a partir del momento en que se produce la muerte física, el cuerpo comienza un proceso de descomposición hasta que llega un momento en el que no queda nada de él? ¿Cómo puede creer alguien que sea posible que llegue el día en que para que se vuelva al mundo físico se ocupe un cuerpo que ya no existe desde hace siglos? ¿Acaso no es más fácil explicar el regreso de los espíritus fallecidos a la vida física mediante la reencarnación, es decir, que el espíritu que ayer vivió en la Tierra vuelva hoy como el niño que va nacer? Por tanto, es falsa la creencia de que los muertos volverán a la vida física a través de un proceso mágico de recomposición de cuerpos que ya desaparecieron por el proceso de descomposición natural de la materia.
Estos seres vuelven continuamente a la vida material, pero lo hacen a través del nacimiento de nuevos niños, sin quebrantar las leyes de la naturaleza.
Tampoco es cierto que el alma o espíritu necesite de un cuerpo para vivir. Las almas no quedan en estado de sueño indefinido hasta que vuelven a encarnar en el mundo físico sino que, como ya he dicho, continúan su vida y su proceso evolutivo en el mundo espiritual, desligados de la materia. Cuando Jesús murió y se dice que resucitó no significa que su cuerpo volviera a la vida, sino que su espíritu continuó viviendo.
Pero un cristiano te diría que, según los Evangelios, Jesús hizo “resucitar a Lázaro” y éste siguió viviendo un tiempo más con su cuerpo. ¿No es esto una prueba de la “resurrección de la carne”?
Jesús no resucitó a Lázaro, porque Lázaro en realidad no estaba muerto todavía. En realidad, lo que hizo Jesús fue reanimarlo, y esto no os tiene que resultar nada milagroso por otra parte, ya que hoy en día con las técnicas de reanimación cardiaca los médicos consiguen “resucitar” a personas consideradas clínicamente muertas. ¿No habéis oído hablar de casos excepcionales en los que personas que han sido dadas por muertas después de unas cuantas horas en un depósito de cadáveres despiertan repentinamente y vuelven a la vida?
Y es que la separación del cuerpo físico no se produce instantáneamente cuando sobreviene una parada cardiorrespiratoria, de lo contrario sería imposible la reanimación cardiaca. Requiere un tiempo, que es más o menos largo, según el apego del espíritu a la materia o de la vitalidad del propio cuerpo físico cuando se inicia el proceso de separación, pero al menos puede durar dos o tres días, culminando con la ruptura definitiva del cordón de plata. Si Jesús pudo reanimar a Lázaro con la potencia de su energía fue sencillamente porque Lázaro no había completado un proceso de desencarnación y pudo revertirlo, como hacen los médicos actualmente.
¿Pero no ocurrió con Jesús que fueron a su tumba sus allegados al tercer día después de su muerte y no hallaron su cuerpo?
En el caso de Jesús sucedió que, al abandonar el espíritu el último lazo que lo unía con el cuerpo, y debido a la enorme frecuencia vibratoria de su cuerpo astral, al desprenderse del cuerpo físico provocó su desintegración inmediata, en un proceso que sí es extraordinario para vosotros y que no ocurre en vuestro caso, de ahí que no fuera encontrado el cuerpo de Jesús en la tumba. Este proceso de desintegración dejó su huella en el lienzo que envolvía el cadáver de Jesús. Por eso, el no haber encontrado su cuerpo en la tumba no quiere decir que Jesús continuara viviendo con el cuerpo que tuvo en vida.
¿Entonces la Sábana Santa y la imagen que se ha encontrado en ella es verdadera?
Pues sí.
¿Y por qué las pruebas del carbono 14 no la fechan cuando toca?
Lo único que os diré al respecto es que hay algo en el procedimiento que se realiza para fechar que da por cierto algo que no lo es y por eso no cuadran las fechas. Pero esto es desviarnos del tema porque, sea o no la Sábana Santa el lienzo que envolvió a Jesús después de su muerte física, es irrelevante para lo que estamos contando, como lo es que el cuerpo se desintegrara o se descompusiera lentamente como lo hacen todos. Todo esto es irrelevante respecto al mensaje espiritual, así como su concepción, y si María era virgen o no. Os habéis quedado con los sucesos que os parecen extraordinarios pero que son irrelevantes desde el punto de vista espiritual, y habéis dejado de prestar atención a lo realmente importante, que es el mensaje que Jesús transmitió.
¿Y entonces cómo se le apareció a los apóstoles, si es que realmente se apareció a ellos, después de la muerte?
Las apariciones posteriores a los apóstoles u otras personas con las que convivió no se produjeron con el cuerpo que utilizó en vida, sino que se apareció en forma de cuerpo astral, como se aparecen muchos seres que han fallecido en los lechos de sus seres queridos para despedirse, estando su cuerpo físico inerte en el lugar donde murieron, o en el ataúd. Y es que un cuerpo astral, bajo ciertas circunstancias especiales, puede “condensarse” hasta tomar la apariencia y la solidez casi de un cuerpo físico, y más cuando se trata de un espíritu con la capacidad de Jesús, y esto es conocido por muchos investigadores de los fenómenos que llamáis “paranormales”.
¿Y tienen algún sentido las afirmaciones proféticas del tipo “en el final de los tiempos los muertos resucitarán”?
Los espíritus de los seres ya fallecidos están regresando continuamente al mundo físico a través de la reencarnación. Es decir, no van a esperar a una supuesta época llamada "final de los tiempos" para volver. La reencarnación de los espíritus es un proceso que siempre está en marcha mientras haya una humanidad viva en un planeta físico. Lo que sí es verdad es que en la actualidad, y debido a la explosión demográfica, están encarnando simultáneamente mayor cantidad espíritus que en otras épocas de la historia, coincidiendo con el final de un ciclo, también para que estos espíritus tengan la oportunidad de encarnar en un momento de gran importancia evolutiva. Es la única manera en la que se puede entender la frase “en el final de los tiempos los muertos resucitarán”.
¿Y qué hay de la creencia en el pecado original, es decir, aquello de que por haber pecado los supuestos ancestros de la humanidad (Adán y Eva), deben pagar los descendientes las consecuencias de sus actos?
Te contestaré a esto con un ejemplo. Imaginad que un señor atraca un banco y en la huida se estrella con el coche y muere. Ante la imposibilidad de juzgarlo, el juez toma la decisión de que el hijo del atracador pague los delitos de su padre y vaya a la cárcel en lugar del padre. ¿Consideraríais justo a un juez que tomase esa decisión?
Desde luego que no y no creo que haya ningún tribunal de un país civilizado que tome semejante decisión.
Si para la justicia humana os parece una aberración culpar a un hijo de algo hecho por el padre, ¿por qué creéis que la justicia divina puede ser peor que la humana? En el mundo espiritual cada uno ha de responder por sus propios actos, jamás por los actos cometidos por otros. Por lo tanto, la creencia en el pecado original o en faltas “heredadas” de los antepasados es injusta y carece de fundamento alguno.
¿Y de dónde puede venir esa creencia en pecados heredados de los antepasados?
Lo que sí que ocurre es que uno ha de responder por sus propias acciones y éstas pueden venir de vidas pasadas, de modo que puede ocurrir que algunos de nuestros antepasados fuéramos en realidad nosotros mismos viviendo una encarnación anterior. Este es el único sentido correcto en que puede interpretarse una creencia semejante y sólo es entendible si se acepta la existencia de la reencarnación.
También has dicho que la creencia en que la sexualidad es algo pecaminoso y que el que se abstiene de relaciones sexuales es más puro y elevado que el resto no es cierta
Así es. Y me gustaría saber de dónde han sacado esa afirmación que ha servido para imponer el voto de castidad para los religiosos, sean estos sacerdotes, monjas o frailes.
Supongo que se basa en el ejemplo que dio Jesús.
¡Vosotros no conocéis la vida íntima de Jesús para afirmar que no tuvo relaciones sexuales! Jamás dijo Jesús públicamente que abstenerse de las relaciones sexuales era acercarse a Dios o ser más puro. Si así fuera y todos los humanos tomaran la decisión de abstenerse de relaciones sexuales de por vida ¡en un plazo de 120 años se habría extinguido la vida humana de la Tierra! ¿No os parece que entra en contradicción con lo de “creced y multiplicaos”? Ya me diréis si conocéis otra forma de multiplicarse que no sea a través de la relación sexual. ¡Porque en épocas pasadas no podían recurrir la fecundación in vitro!
¿He de entender de tus palabras que la relación sexual ha de tener siempre como motivo la procreación?
No, hombre. Ya hemos hablado de ello ampliamente. La relación sexual para el espíritu avanzado es una manifestación de amor íntimo. Otra cosa muy diferente es cuando para satisfacer los deseos sexuales se cometen abusos de todo tipo y se vulnera el libre albedrío de las personas, sobre todo de las más indefensas, como mujeres y niños que son dedicados al comercio del sexo (hablo de la prostitución y la pedofilia), o se manipula y engaña de mil maneras para obtener sexo diciendo que se ama cuando en realidad es mentira, algo que ocurre muy frecuentemente en vuestro mundo. Todo eso sí que lo denunció Jesús. Tened en cuenta que en la época de Jesús, la mujer era considerada poco más que una esclava del hombre en todos los aspectos, incluido el sexual, y no tenía prácticamente ningún derecho.
Los hombres podían hacer lo que les viniera en gana sin que nadie les dijera nada y la mujer tenía que soportar los abusos del hombre con la bendición de la religión, como por ejemplo cuando se repudiaba a las mujeres condenándolas a la prostitución por no tener forma alguna de sobrevivir. Jesús luchó mucho por defender los derechos de la mujer, para que dejara de considerársela una esclava sexual, y también para reprender a aquellos que las culpabilizaban, haciéndoles ver que ellos eran responsables de su lamentable situación. Pero la Iglesia ha transformado todo esto en un alegato contra la sexualidad.
Pues la Iglesia ha hecho bandera de esa relación entre la pureza y la castidad con el ejemplo de la Virgen María, la madre de Jesús.
Dejando a un lado el tema de la concepción de Jesús, María, como la mayoría de mujeres, fue virgen sólo hasta que empezó a tener relaciones sexuales con su pareja, José, fruto las cuales tuvo varios hijos e hijas, que son los hermanos de Jesús. Y lo más llamativo, es que esto último está recogido en los evangelios que los cristianos dicen seguir, cuyos autores no vieron ningún problema en que Jesús, como la mayoría de seres humanos, tuviera hermanos, y no se tomaron la molestia de ocultarlo, como intenta hacer la Iglesia actualmente. Que María tuvo más hijos, y que éstos tenían nombre y apellido está reflejado en diversos versículos de los evangelios (Marcos 6, 3; Mateo 13,55, Mateo 12, 46-47 o Lucas 8,19-20). Os cito algunos a modo de ejemplo:
“Mientras él aún hablaba a la gente he aquí que su madre y sus hermanos estaban afuera, y le querían hablar. Y le dijo uno: Aquí están tu madre y tus hermanos que quieren verte.”
“¿No se llama su madre María y sus hermanos Jacobo, José, Simón y Judas? ¿No están todas sus hermanas con nosotros? Otros decían: "Pero, ¡si es Jesús, el hijo de José, el carpintero! María es su madre, y sus hermanos son Santiago, José, Simón y Judas. Sus hermanas aún viven aquí. ¿Cómo es que Jesús sabe tanto y puede hacer estos milagros?"
¿Por qué, si los evangelistas no tenían ningún problema en que Jesús tuviera hermanos, recogiendo este hecho en sus escritos sin ningún pudor, lo tuvieron los que vinieron después?
¿Y qué me dirás de la creencia en que por lo que hagamos en esta vida se decide nuestro futuro para toda la eternidad, con penas eternas e infierno para los malos y no creyentes, y que sólo los cristianos o creyentes se salvan y consiguen la gloria eterna?
De esto ya hemos hablado largo y tendido cuando explicamos la ley de la evolución espiritual y cómo funcionan las cosas en el mundo espiritual, pero lo volveré a decir por si no ha quedado suficientemente claro. Absolutamente todos los espíritus son inmortales y su destino es alcanzar las mayores cotas de evolución espiritual. Por tanto, ningún ser humano está excluido del esquema evolutivo, independientemente de sus creencias religiosas, políticas, de su raza o cualquier otra razón Es decir, que crean o no crean en Dios, en Jesús o en la Iglesia Tal o Cual, y aunque hayan sido un auténtico desastre como personas, jamás perderán su condición de inmortalidad ni su posibilidad de mejorar espiritualmente. Por tanto, no existe ni la muerte ni la condenación eterna para nadie.
Si miramos lo suficientemente atrás en el pasado espiritual de todos y cada uno de nosotros, encontraremos que en alguna vida anterior todos hemos sido asesinos, caníbales o ambas cosas a la vez, y si ahora no lo somos y lo consideramos una aberración es porque hemos evolucionado espiritualmente, y porque hemos tenido innumerables oportunidades de ir enmendando los errores cometidos, a base de encarnar una y otra vez para ponernos a prueba en nuestras capacidades. Si no hubiera oportunidad de rectificar y por lo que hiciéramos en una sola encarnación se decidiera nuestro futuro para toda la eternidad, os aseguro que no quedarían plazas para entrar en “el Infierno” de tan atiborrado que estaría, y “el Cielo” estaría más despoblado que el desierto del Sahara.
Entonces, la creencia de que un arrepentimiento de última hora ante el sacerdote redime los pecados...
El destino del espíritu después de desencarnar depende exclusivamente de sus acciones en vida, teniendo siempre la oportunidad de evolucionar, de mejorar y, por tanto, de “salvarse”, a partir del momento en que quiera dar el paso. Pero esto no va a suceder de la noche a la mañana, sino que implica un cambio profundo en el espíritu, que necesita de tiempo de reflexión, toma de conciencia y de un esfuerzo para modificar las actitudes negativas. Además, para que uno se deshaga de sus deudas espirituales o actos contra la ley del amor ha de reparar el daño que hizo y esto requiere mucha voluntad y tiempo por delante para efectuarlo. De esto se deduce que una absolución en el último minuto de la vida ante el sacerdote no cambia en nada el destino del espíritu después de la muerte del cuerpo físico.
Perdona que insista, pero respecto a la creencia de que sólo los cristianos o creyentes se salvan, ¿no fue el mismo Jesús el que dio pie a creer en que los que se salvarán son sus seguidores al decir: “el que crea en mí gozará de vida eterna”?
Jesús no pudo decir nada con ese significado. Lo que él hizo fue dar la clave para que cada uno active su cambio espiritual y que adquiera conciencia de que la vida es eterna y de que cada uno es artífice de su propio destino. Traducido al lenguaje actual vendría a ser algo así: “El que crea en lo que digo, en el mensaje que traigo, será consciente de que su vida es eterna y de que su “salvación” (o evolución) depende de sí mismo, que es dueño de su propio destino”.
¿Entonces de dónde procede la creencia de que sólo los que creen en Cristo gozarán de vida eterna?
De una mala interpretación de lo que él dijo y de las manipulaciones de la iglesia, que además añadió “fuera de la Iglesia no hay salvación”. La creencia de que sólo los cristianos, en este caso particular, o los creyentes en determinada iglesia, en general, se salvan es una más de las ideas que provienen de los propios jerarcas de las iglesias, y es un reclamo más que se utiliza para asegurar la fidelidad de los creyentes. ¿Quieres más datos? Este axioma, el de “fuera de la Iglesia no hay salvación", en latín “extra Ecclesiam nulla salus”, lo enunció San Cipriano (Epist. 73, 21: PL 1.123 AB), en el IV concilio de Letrán, celebrado en los años 1215-1216, es decir, más de mil años después del paso de Jesús por la Tierra.
Pues me consta que muchos creyentes católicos están convencidos de que es así. Es decir, que sólo los que creen en Cristo gozarán de vida eterna, y que para ser un buen cristiano y salvarte has de seguir las normas de la Iglesia.
Mirad, la Iglesia Católica y muchas otras religiones os han hecho creer que ser bueno es lo mismo que ser sumiso. Ser sumiso sobre todo con las normas de la Iglesia, para así poder manejar a los fieles a su antojo. Pero bondad y sumisión son cosas totalmente distintas. Alguien puede ser sumiso a unas normas, aparentemente bondadoso de cara a la sociedad, pero estar totalmente entregado al egoísmo y ser un autentico “demonio” como persona. El propio Jesús puso en evidencia este tipo de conductas cuando calificaba de “sepulcros blanqueados” a los fariseos, tan amantes de las normas y rituales y tan poco del amor al prójimo. Y al contrario, hay muchas buenas personas, honestas y poco amigas de la hipocresía, que son mal vistas por los demás porque no se ajustan a las normas establecidas. Incluso pueden ser considerados como gente peligrosa y despreciable, porque al ser honestos y honrados ponen en evidencia a los que no lo son. Ahí tenéis el ejemplo de Jesús.
Jesús no fue sumiso con los mandatos de las autoridades de la iglesia hebrea, sino que fue valiente y consecuente con sus convicciones espirituales, sabiendo que la predicación pública de sus ideas le traería un motón de problemas, y se enfrentó con aquellos que quisieron hacerle callar, no con la fuerza de la violencia, sino con la fuerza de la verdad y el amor. Pues así ha pasado con mucha gente. La historia está repleta de casos de gente honesta y buena que, por no ser “sumisa” con los que mandan, fue torturada hasta morir, devorada por los leones del circo romano, o quemada en la hoguera por cargos de herejía o hechicería. Aún así, considerad a estas personas afortunadas porque eran libres y amaron. Por el daño que tuvieron que sufrir de sus hermanos menos evolucionados habrán recibido su justa compensación.
Es mucho más triste la situación de aquellos que se torturan a sí mismos, aquellos que, sometidos a unas normas tan esclavizantes, han reprimido su interior, su sensibilidad y viven una vida inútil llena de amargura, y que en el colmo del delirio creen además que ese sufrimiento estéril les hace ser más buenos, porque su religión así se lo ha hecho creer. Pero en su interior envidian a los que son libres y realmente felices. Algunos, por envidia, hacen todo lo posible por amargar la vida a los demás, sobretodo jugando con el sentimiento de culpa, algo que tienen muy bien aprendido, ya que es el método que la Iglesia ha empleado con ellos para conseguir anular su voluntad.
¿Qué quieres decir con que juegan con el sentimiento de culpa?
Pues que intentan culpar a los demás de su propio malestar.
¿Y qué se puede hacer para ayudar a personas así?
Primero tiene la persona que reconocer que tiene este problema, es decir, que su voluntad y sus sentimientos están prácticamente anulados por las creencias que profesa. Esto en sí mismo ya sería un gran paso, porque generalmente estas personas se creen mejores que los demás y no están dispuestos a escuchar a alguien que no tenga unas credenciales dentro de su Iglesia. También, porque su Iglesia les ha hecho creer que los que no siguen sus preceptos son “pecadores”, es decir, malas compañías de las que no te puedes fiar. Luego hay que empezar a trabajarse interiormente, empezando por tomar conciencia de qué cosas se hacen porque se sienten sinceramente o se dejan de hacer porque, aunque se sienten, están prohibidas por las normas, y qué cosas son hechas sin sentir y se hacen porque uno se siente obligado por dichas normas.
El siguiente paso es empezar a ejercitar la propia voluntad, el libre albedrío, es decir empezar a actuar conforme uno siente, aunque para ello tenga que enfrentarse a las normas establecidas.
¿He de concluir de toda esta extensa exposición que todas las religiones son una farsa y que no representan para nada la voluntad de Dios?
Hombre, hasta ese extremo, no. El problema de las religiones es que, aunque han recogido algunos mensajes que sí son espiritualmente avanzados, piden al creyente que asuma un conjunto de creencias y normas como un lote, por dogma, sin razonamiento, con el argumento de que todo es “palabra de Dios". No existe libertad de pensamiento, libertad para escoger lo que realmente a uno le llega al alma, y para desechar lo que le resulta falso o irrelevante, ni para elegir en qué quiere uno creer o no creer. Los mandatarios de las religiones llevan utilizando durante mucho tiempo los mensajes espirituales elevados como gancho para atraer a las personas que sí se identifican con la elevación del mensaje, como el del amor al prójimo, pero que no lo hacen con el resto de normas absurdas que se han ido añadiendo progresivamente y que obstaculizan el avance espiritual.
De esta manera, si la persona se deja llevar por la guía de los supuestos “representantes de Dios” sin atreverse a cuestionar la supuesta "palabra de Dios", por temor a la reprimenda de las autoridades eclesiásticas, poco a poco va renunciando a su voluntad, para pasar a vivir bajo la voluntad de unas normas escritas en libros muy antiguos, pero que quedan desfasadas para explicar y dar una solución satisfactoria a las experiencias vividas por uno mismo, de modo que se le pone al creyente un corsé tan apretado que le impide manifestarse con libertad. Cuando uno renuncia a su voluntad, está dando un paso hacia el fanatismo, porque queda a merced de la manipulación por parte de aquellos que se han erigido en los intérpretes de la palabra de Dios.
Hay verdades mezcladas con falsedades prácticamente en todas las religiones, filosofías e ideologías que existen. A cada uno le corresponde el trabajo de encontrar la verdad, su verdad, tomando un poco de aquí y otro de allí, aquello que su interior reconozca como verdadero y que le pueda servir para evolucionar.
Parece este un camino un poco inseguro si no se puede confiar en alguien físicamente vivo que te pueda dar un buen consejo cuando estés pasando por un trance difícil.
Ciertamente que entre vosotros hay personas con capacidad de orientar y aconsejar a los demás respecto a la espiritualidad por tener un conocimiento mayor de la realidad espiritual y una capacidad de amar más desarrollada, conseguida a base de haber vivido muchas vidas y haber trabajado mucho por el mejoramiento del interior. Pero estas personas no actúan de forma ostentosa. No se erigen en obispos o santos, ni se ponen un ropaje especial, sino que son personas con una vida aparentemente normal, pero con el firme deseo de mejorar interiormente y ayudar a los demás, que actúan sin alardes ni ostentaciones, de forma desinteresada, predicando con el ejemplo, teniendo que aguantar por ello las mayores injurias y calumnias de aquellos que quedan en evidencia en la comparación, por no estar a la altura moral del rango que dicen representar.
La influencia del mundo espiritual se deja sentir en todos y cada uno de vosotros, seáis ateos, agnósticos o creyentes de la iglesia Tal o Cual. Pero lo hace muy sutilmente para que sea uno mismo el que decida. Que cada uno escuche primeramente la voz de su conciencia que es la mejor guía que pueda uno tener y después, que escoja el camino que quiere seguir.
LAS LEYES ESPIRITUALES
Vicent Guillem
Texto completo en este enlace http://lasleyesespirituales.blogspot.com
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